«-¿Realmente pensó que queremos que esas leyes se cumplan? -preguntó-. Lo que queremos es que se quebranten. Es mejor que le quede claro que no está tratando con un grupo de niños exploradores, señor Rearden, y ésta no es época para gestos amables. Buscamos poder y vamos directo a él. Ustedes sólo son segundones. Nosotros conocemos los verdaderos trucos y será mejor que lo admitan. No hay forma de gobernar a personas inocentes, porque el único poder que tiene cualquier gobierno es el de lanzarse violentamente contra los criminales. Y bueno: cuando no hay suficientes criminales, los inventamos. Se declaran delictivos tantos actos, que es imposible que la gente viva sin quebrantar alguna ley. ¿Quién quere una nación de ciudadanos respetuosos de la ley? ¿De qué sirve eso? Pero si uno dicta leyes que nadie puede respetar, que es imposible hacer cumplir, y que no pueden interpretarse de manera objetiva, inmediatamente se crea una nación de transgresores y, enseguida, se puede caer sobre los culpables. Así es el sistema, señor Rearden, así es el juego, y en cuanto lo haya comprendido, será usted mucho más fácil de tratar.» Del libro «La rebelión de atlas» de Ayn Rand (edición en rústica de 2007 en español).

Publicado en www.a1h3.com el 16/04/2009

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies