Afirma Adam Smith en su Libro «La Riqueza de las Naciones», publicado en 1776, lo siguiente: «En todos los países en los que hay una seguridad aceptable, todo hombre con sentido común se esforzará al máximo por emplear todas las reservas de que pueda disponer para conseguir un disfrute presente o un beneficio futuro. Si lo destina a obtener un disfrute presente, es un capital reservado para su consumo inmediato. Si lo destina a conseguir un beneficio futuro, obtendrá ese beneficio bien conservando ese capital o bien desprendiéndose de él; en un caso es un capital fijo y en el otro un capital circulante. Donde haya una seguridad razonable, un hombre que no invierta todo el capital que controla, sea suyo o tomado en préstamo de otras personas, en alguna de esas tres formas deberá estar completamente loco.
Es verdad que en los infortumados países donde los hombres están siempre temerosos de la violencia de sus superiores, con frecuencia entierran y ocultan la mayor parte de sus capitales, para tenerlos siempre a mano y poder llevarlos a algún lugar seguro en caso de verse amenazados por cualquiera de esos desastres a los que siempre están expuestos. Se dice que esta práctica es común en Turquía, en Indostán y, según creo, en la mayoría de los demás estados de Asia. Parece que fue habitual entre nuestros antepasados durante la violencia del sistema feudal…» El problema es cuando se pasa de un país de clase A a otro de clase B. Y no nos encontramos muy alejados de ello.Publicado en www.a1h3.com el 10/03/2009

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